Empezaron siendo concentraciones modestas, casi testimoniales, para denunciar la matanza que Israel lleva perpetrando sobre la población civil de Gaza desde hace siete meses. Se informaba sobre ellas casi como si se trataran de notas de color.

Sin embargo, en muy poco tiempo se fueron extendiendo por diferentes campus universitarios, incluyendo los de más pedigrí (Harvard, Yale, Columbia...) y la asistencia se multiplicó exponencialmente. Washington empezó a ver que tenía un problema nada fácil de resolver.

El conflicto había dejado de ser una cuestión externa para convertirse en un asunto cien por ciento interno. Con la amenaza, además, de desbordarse y hacerse incontrolable. Las últimas protestas sociales en Estados Unidos por diferentes motivos son una muestra de la virulencia que puede alcanzar el descontento por aquellos lares.

Debilidad de Biden

Con esos antecedentes, no parece que haya sido la mejor idea tratar de acabar con las movilizaciones utilizando la fuerza.

Las imágenes de las últimas horas del desalojo policial extremadamente violento de la acampada en la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA) están dando la vuelta al mundo.

Probablemente, la contundente intervención de los uniformados habrá servido para desactivar esa protesta concreta, pero también para activar o reactivar muchas otras y para aumentar el número de los participantes y simpatizantes de la causa propalestina, ya no solo en USA, sino en todo el planeta.

La represión desmedida, que parece que va a continuar en otros centros estudiantiles, es una muestra de debilidad del presidente Joe Biden, que no es capaz de sacudirse la imagen de principal aliado de Benjamin Netanyahu, responsable directo de las atrocidades cometidas por el ejército hebreo.

Obviamente, hay intereses que están por encima de las justas (y seguramente un tanto ingenuas) reivindicaciones de los universitarios. Con todo, también es evidente que la mecha ha prendido y lo ha hecho, además, a apenas seis meses de las elecciones presidenciales. Trump no va a dejar de aprovechar el barro.