Estoy suscrita a no menos de 70 newsletters. Me llegan en oleadas en diferentes horas y días. La mayoría son semanales y unas pocas diarias, las que uso para informarme de los titulares del día: todo lo que necesito para estar informada antes de salir de mi casa por la mañana.

Las primeras newsletters

Las newsletters no son algo nuevo. Llevan entre nosotros casi tanto tiempo como el correo electrónico, camino de los treinta años, que se dicen pronto.

Es más, este nuevo renacer se ha interpretado por muchos como un revival de los años 90, como lo ha sido el resurgir de los gifs animados. Yo no creo que obedezca solo a un renacer del formato, que nunca se había terminado de marchar del todo, sino más bien a la (lenta) agonía de las redes sociales.

Desde que aparecieron Facebook, Instagram, X (antes conocida como Twitter), LinkedIn o TikTok, por nombrar a cinco de las más conocidas y usadas, muchas personas y empresas volcaron sus esperanzas publicitarias en ellas. Al principio era relativamente sencillo conseguir crecer en seguidores: solo debías tener una cuenta y un contenido medio trabajado.

Las propias redes fomentaron que esto fuera así y sus algoritmos conseguían que se creciera de forma natural. Pero hace años que ya no se da este crecimiento orgánico y que publicar contenido de calidad o tener constancia no da los frutos que solía dar.

Cada vez hay más gente que valora el esfuerzo que conlleva tener una presencia online cuidada y a la que no les salen las cuentas.

Leía estos días, precisamente en la newsletter de Lara, sobre el abandono de Instagram por parte de una marca de artesanía de la que ella es clienta. El hilo en el que Hellen, la artesana, anunciaba que dejaba esta red social, había provocado infinidad de comentarios del estilo “si no estás en Instagram no existes”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Si no te muestras no existes… Si no comunicas no existes. Yo, cientos.

¿Cómo nos hacíamos visibles antes de que existieran las redes sociales?

Antes de las redes estaban los blogs y los foros. Y las newsletters. Disponíamos de agregadores de enlaces para poder seguir las actualizaciones de nuestras webs favoritas y no perdernos ninguna novedad.

Apenas existen agregadores ya y los pocos blogs que quedan suelen ser corporativos o muy especializados y básicamente actualizan para no perder posiciones en los buscadores.

Apenas vemos actualizaciones de nuestros amigos entre la maraña de bots, de IA y los algoritmos que penalizan no se sabe muy bien a quién. No valen trucos, no valen atajos.

Parece que ya ni pagando vas a tener alcance. Entonces: si creando contenido no tienes alcance y si pagando tampoco, ¿qué hacemos?

Llevamos demasiado tiempo asistiendo a la lenta agonía de las redes sociales. Ninguna funciona realmente. Solo ofrecen una zanahoria a la que perseguir y hay mucha gente que se está hartando de perseguir a ese espejismo.

Pues para mí la respuesta es evidente: hay que volver a los básicos, recuperar el tú a tú y dejar de pensar en púlpitos para multitudes.

Al fin y al cabo, cuando alguien nos deja su correo electrónico, nos está invitando a que entremos en su casa. Es un acto voluntario y consciente. No es lo mismo dar un me gusta que leer un correo electrónico. Lo segundo es infinitamente más lúcido.

"Hay que volver a los básicos, recuperar el tú a tú y dejar de pensar en púlpitos para multitudes"

Por este motivo, cada vez hay más personas y empresas que se están pasando a la creación de newsletters, porque los esfuerzos son más rentables y estás jugando en tu casa, con tus reglas, sin las zancadillas de los algoritmos. Tú eliges lo que creas. Tú eliges a lo que te suscribes.

También corremos el riesgo de apuntarnos a boletines por encima de nuestras posibilidades y que empiecen a languidecer en el buzón por falta de tiempo de lectura.

Sin miedo: desuscribámonos. A tiempo estamos de retomar esas lecturas pendientes en otro momento. No pasa nada.

Quizá 2024 sea el momento de volver a tomar las riendas de nuestras personalidades digitales. Quizá ha llegado el día de proclamar nuestra libertad frente al algoritmo.

Cristina Juesas es consultora de comunicación. Contacte con ella en hola@cristinajuesas.es.