Hoy, Primero de Mayo, se celebra el Día Internacional de los Trabajadores. La jornada en Euskal Herria repetirá el guion de los últimos años. Es decir, manifestaciones convocadas por las principales organizaciones sindicales en las capitales de la CAV y Navarra bajo el signo de la desunión entre las centrales abertzales y estatales, y entre los mismos sindicatos abertzales, que hace años que renunciaron a la unidad de acción. Las centrales se movilizarán hoy detrás lemas y mensajes no coincidentes y que responden a sus particulares estrategias y objetivos. ELA, la organización más fuerte, sigue fiel a su abierta línea de confrontación desde la movilización organizada como la fórmula más eficaz para incidir en los convenios y la voluntaria renuncia a los órganos de diálogo social. Es precisamente en este punto en el que más se está expresando su distancia con LAB, que cumple cincuenta años y que se ha mostrado dispuesta a regresar a algunos de las mesas sociolaborales, como Osalan, Lanbide o el Consejo Económico y Social. Por su parte, las centrales de obediencia estatal, CCOO y UGT, marcharán juntas en demanda de mejores salarios en un contexto de grandes beneficios empresariales y la reducción de la jornada laboral. Precisamente, lo que se conmemora hoy es la gran huelga obrera de 1886 en Chicago para reivindicar la ley que promulgaba la jornada laboral de ocho horas, violentamente reprimida y que concluyó con la pena capital para cinco de los responsables, los conocidos como mártires de Chicago. Aquel clima de efervescencia obrera que dio origen a la jornada poco tiene que ver con la realidad actual. Lejos quedan aquellas grandes movilizaciones de asistencia obligada para la concienciada clase trabajadora. Vivimos en una sociedad que antepone el individualismo a lo colectivo en un contexto de terciarización del mercado laboral, de creciente desigualdad social y precarización de la mano de obra juvenil. Pese a que las economías de la CAV y Navarra muestran signos positivos, no faltan motivos para permanecer alerta en la defensa de los derechos de los trabajadores, cuyas conquistas sociales tras la Segunda Guerra Mundial han sufrido una erosión y están en el punto de mira de fuerzas de ultraderecha ajenas al pacto social que alumbró la Unión Europea.